viernes, 9 de septiembre de 2011

Aquel cielo

Noche oscura. Noche sin Luna. Noche sin poderse ver las estrellas por contaminación lumínica.
Noche en la que creí ver tu reflejo en una de las oscuras nubes que se encontraban aparentemente inmóviles en aquel cielo oscuro. En la que, al asomarme más, ese rostro que mi imaginación captó se volteó ante mí dándome la espalda.


Me volteé a su vez y después de eso tu imagen vino a mi cabeza. Tus ojos frente a los míos, mirándome con esa ternura que sólo tu sabías mostrarme. Esa sonrisa que contenía tanto ternura como felicidad. Sentir aquellas manos que al tocarme denotaban su admiración y su respeto, como si aquel cuerpo, mi cuerpo, aunque no se tratase del primero que esas manos tocaban actuasen como si fuese el único. Recuerdos de aquellos días que pasamos juntos y aquellas noches en las que cruzábamos señales oscuras entre nosotros.


Sentí angustia en mi pecho. Volví a elevar la vista al cielo, pero ya no quedaba nada del juego que mi imaginación había atentado hacía unos minutos.
Intenté reprimir las lágrimas. Unas lágrimas que mi orgullo no pudo contener y desbordaron sobre mis frías mejillas, deslizándose hacia mis húmedos labios. Labios entreabiertos aún con la mirada a ese cielo que parecía consumirme por segundos en un espeso agujero negro del que no sabía si podría retornar.

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