sábado, 1 de junio de 2013

731 días

Parece que fue ayer... ¿o fue hoy? Cuando nos encontramos. 
Cuando no podía parar de sonreir tímidamente. 
Cuando me abrazaste y respiraste en mi cuello.

La gente no cree o no sabe qué creer. El amor existe, el amor no existe. La mayoría, sin complicaciones, no creen. ¿Cómo puede existir una pareja que lleve más o que lleve menos de 10 años junta, y seguirse queriendo como si fuese el primer día, sin haberse cansado el uno del otro?
Yo conocí a dos personas a quienes admiré siempre. Las miradas mudas que compartían, la dedicación mutua que se repartían, lo orgullosos que hablaban el uno del otro siempre. Hasta la muerte e incluso después de ella, aún resuenan en mi memoria aquellos momentos que admiraba tanto de mis abuelos. El amor sí existe. Gracias a ellos lo conocí.

Y ahora, gracias a ti lo experimento y tengo aspiraciones.
Hoy puedo escribir una carta más. Otra, sin que quede en el olvido ni se demacre. Otra, pero no menos especial por ello.

Gracias por haberme hecho sentir, a mí misma y ti; por haberme dejado ayudarte y así poder ayudarme a mí misma; por hacerme ver que tengo un cerebro que puedo usar; por complementarme; por ser "mi mente pensante"; por ser Tú y Yo la misma persona, pero con sexo diferente... En resumen, por estar a mi lado y permitirme a mí estar en el tuyo.

Gracias por estos dos años en los que ambos hemos crecido.


viernes, 28 de septiembre de 2012

Circunstancias

"La gente siempre culpa a las circunstancias de lo que ellos son. Yo no creo en las circunstancias. Las personas que avanzan en este mundo son las que se levantan y buscan las circunstancias que desean. Y si no las encuentran, las crean." 
George Bernard Shaw, escritor irlandés.

Últimamente me estoy fijando en la cantidad de actualizaciones en los medios sociales, tales como Facebook, donde dichos estados siguen el ejemplo de "no juzgues mi forma de ser, porque no sabes por todo lo que he pasado". Me he topado también con gente que, cuando actuaba de una forma que a mí me resultaba ilógica y le preguntaba el porqué, sus respuestas eran del estilo "he sufrido mucho y por eso ahora soy como soy, y no voy a cambiar".

Estos sucesos me han hecho pensar y sacar la conclusión de que el mundo necesita excusarse echándole la culpa al pasado de cómo es él o ella en el presente. La mayoría de la gente se vuelve irresponsable ante sus actos presentes tratando de buscar terceras personas o acontecimientos pasados.
Como ya dijo Larra en uno de sus tantos artículos, "las circunstancias... palabras vacías de sentido con las que trata el hombre de descargar en seres ideales la responsabilidad de sus desatinos".

Uno de los grandes privilegios humanos es poder crecer y aprender de los errores del pasado para no trasladarlos a lo que es ahora el presente, y continuar mejorando para no llevarlos a lo que será el futuro. ¿Por qué depender de que alguien haga algo mal para tenerlo que hacer yo mal? Es una pregunta que muchos deberían hacerse y que por suerte algunos se la hacen. El resto, se limita a actuar con irresponsabilidad dejando caer la culpa en lo duro que fue su pasado. Por lo tanto, estas personas demuestran no haber aprendido nada, puesto que no han crecido sobre ese pasado problemático.


"No somos disparados a la existencia como una bala de fusil cuya trayectoria está absolutamente determinada. Es falso decir que lo que nos determina son las circunstancias. Al contrario, las circunstancias son el dilema ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter". 
José Ortega y Gasset, filósofo y ensayista español.

Una persona cuando hace surf y se cae, no culpa a la ola (y esta es cambiante a cada segundo). Un surfista de verdad está atento a lo imprevisible y hace gala de buenos reflejos para superar lo aparentemente imposible superando las circunstancias. La vida del día a día no deja de ser una ola. Las crisis personales son extraordinarias oportunidades para crecer y esto sólo es posible cuando reconocemos nuestro papel protagonista en dichos sucesos. Por el contrario, existe en muchos casos obstinación por "tener la razón". Esto lo único que consigue es cegar y que el error se pueda cometer nuevamente. Hay quien afirma que nadie le comprende, tan solo las pocas personas que conocen su pasado (las cuales se han limitado a ejercer una tolerancia en lugar de verdadera comprensión). Esto no es más que soberbia por no asumir la responsabilidad de los hechos de su vida.

Es triste y, a la vez, maravilloso darnos cuenta de nuestras equivocaciones. Triste porque a nadie le sienta bien el saber que se ha equivocado, y maravilloso por todo lo que se puede aprender de ello.

domingo, 18 de marzo de 2012

La comprensión de la comprensión

Cuántas veces habremos tenido la necesidad de encontrar a alguien que sea capaz de compartir con nosotros pensamientos, sentimientos e ideas en algún momento determinado. Cuando nos sentimos comprendidos entramos en un estado de alivio, de tranquilidad. Pero, ¿de verdad somos capaces de comprender a los demás?

Nunca me había preguntado qué era comprender a alguien, hasta ahora. Y, para mi sorpresa, encontré dos términos que se suelen usar como sinónimos siendo, en realidad, dos cosas diferentes. Esto es, entender y comprender, cuya similitud es la misma que hay entre los verbos oír y escuchar. Comprender va más allá de simplemente entender, siendo esto tan solo una limitación a saber qué te quiere expresar alguien. Comprender algo es entenderlo tan profundamente como si te estuviese pasando a ti mismo. Los actos se pueden ver con "naturalidad", haciéndonos conscientes de nuestra fragilidad y a veces creando la convicción de que podemos caer en la misma situación. Esto es similar a lo que se entiende por ser empático. Pero hoy en día es peligroso asociarlo con este término.

Por ejemplo, un trabajador que entienda una orden de su superior, entiende que es una orden y debe acatarla si no quiere que le despidan. Por el contrario, un trabajador que la comprenda sabrá lo que hay detrás de esa orden y de quien la ordena. Claro está, que se cumple la función de entendimiento, pero junto con ella sabrá que su jefe habrá cometido ciertos errores y busca otras salidas, que los superiores de él son más severos e irresponsables que él contigo, que hay una responsabilidad mayor en todo lo que tu hagas, etc.

Un dato importante es que comprensión no es tolerancia. La mayoría de las personas que creen comprender saltan directamente a tolerar y permitir todo tipo de infracciones contra su persona a causa de esta falsa comprensión. Opino que la "tolerancia" (puestos a llamarla así) debe traducirse como la confianza que tenemos en los demás para que superen sus obstáculos.

El comprender te puede llevar a aflojar o tensar la situación ante la que te veas expuesto. Esto es, porque implica tener conocimiento de más por qués que si sólo se entiende. A qué grado se aplica cualquiera de las dos opciones anteriores, es algo que conlleva más de este conocimiento. Aflojar puede implicar no comprender, sino que se ha llegado a un punto en el que has dejado de pensar y solo te has quedado con los puntos en común que comparan tu humanidad con la de la otra persona. Y tensar, puede llevar a perder la ya dicha humanidad. La mayoría de las veces los sentimientos juegan un papel importante. Una persona exaltada, triste o molesta se sujeta a la emoción del momento, lo cual reduce su capacidad de reflexión con la posibilidad de decir o de hacer cosas que verdaderamente no siente. 

Por lo demás, hay personas que solo se limitan a ser comprendidas y después no son capaces de pensar y analizar lo suficiente como para poder decir un "sí, te comprendo" que verdaderamente implique la palabra en sí misma. De todos modos, hoy en día todos utilizan palabras sin saber qué significan ni qué valor tienen, desprestigiándolas.

Al ser una persona que sabe comprender y, por tanto, actuar consecuentemente sin dejarse llevar por valores asociados a la comprensión sin ser esta misma, se puede afirmar el llegar a ser una persona de estima, a quien se puede recurrir en cualquier circunstancia.



With the collaboration of Kokorokid.
 

jueves, 27 de octubre de 2011

"Carta a él - Pensamiento"


Aquí me encuentro de nuevo, frente a mi papel en blanco. Me gustaría escribirte una bonita carta pero hoy no parece que las palabras sean mis amigas.


¿Qué podría contarte que no te haya dicho ya? Y, ¿cómo hacerlo sin recurrir a las ya vistas metáforas de barcos, de jardines o celestes? Me pregunto si alguna vez lograré expresarte lo importante, lo valioso que eres para mí. Me pregunto incluso si servirá de algo. Creo que nunca fui capaz de hacerme entender.

Recuerdo aquella noche en la que mis palabras lograron hacerte temblar bajo la incertidumbre de verme o no. Tu miedo a sentir algo hacia mí, el cual yo correspondía.
Recuerdo nuestro primer juego de darnos golpes cariñosos cuales niños, nuestro primer choque de miradas, nuestro primer contacto corporal cuando yo tenía frío, nuestro primer beso sobre aquel verde césped.

Me gustaría escribirte todo lo que sentí y siento. Escribirte una bonita carta. Pero hoy no parece que las palabras sean mis amigas.

Y mi papel sigue en blanco.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Sonrisas

Te vuelves a levantar. Te vuelves a mirar al espejo. Vuelves a contemplar tu rostro sobre esa superficie empañada por el agua caliente en la que te duchaste segundos antes. Tu mirada frente a tu mirada. Ves vacío. Un agujero negro es lo que forma tu pupila, en el centro de un iris de color muerto.

Sí. Esa persona eres tú. Tus labios no desprenden ninguna mueca, tus párpados se mantienen firmes en su seria apatía y tu tan solo mantienes los brazos apoyando un cuerpo del que apenas sientes su peso sobre el lavabo.

Esa persona no es la que eras antes. ¿Dónde quedó tu sonrisa?

Todas las mañanas la misma rutina. Levantarse temprano, ducharse, terminar de asearse, desayunar y salir al trabajo. Ese gran lugar en el que las sonrisas esconden lucros de dinero y lujurias por alcanzar la fama y un puesto holgado para uno mismo.

Incluso la más dulce sonrisa de esa chica que parece estar de prácticas no es real, sino que esconde su timidez y su baja estima para el puesto para el que ha sido preparada.

No tienes fe en la gente. ¿Cómo tenerla si no eres capaz de ver ni una muesca de sinceridad detrás de todos esos gestos alegres, sino muestras de miedo, desconfianza o incluso de cortejo para ganarse un puesto propio?

Observas desde tu asiento. Qué curioso resulta que aquellos que más esconden sus debilidades, que más muestran una cara que no es la suya a los demás, parecen estar más alegres. No puedes evitar pensar que se están autoengañando.

Todos los días la misma rutina.

Hasta ese día en que la viste aparecer. Pura casualidad, supusiste. Su pelo al viento bajo ese cielo soleado que se abría aquella mañana. Unos ojos que reflejaban toda la luz del Sol, haciendo que este palideciese bajo semejante esplendor. Y entonces apareció su sonrisa. Una sonrisa capaz de detener mareas, pura, inocente, tímida y segura, verdadera.

Tus ojos muertos parecieron latir en ese mismo instante, bajo la presión que se deslizó por todo tu ser, tambaleando tus piernas y dejando a tu mente sin sentido. ¿Aquél ser existía?

Te vuelves a levantar. Te vuelves a mirar al espejo. Vuelves a contemplar tu rostro sobre esa superficie empañada por el agua caliente en la que te duchaste segundos antes. ¿Ella era real? Supiste que tenías que conocerla.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Aquel cielo

Noche oscura. Noche sin Luna. Noche sin poderse ver las estrellas por contaminación lumínica.
Noche en la que creí ver tu reflejo en una de las oscuras nubes que se encontraban aparentemente inmóviles en aquel cielo oscuro. En la que, al asomarme más, ese rostro que mi imaginación captó se volteó ante mí dándome la espalda.


Me volteé a su vez y después de eso tu imagen vino a mi cabeza. Tus ojos frente a los míos, mirándome con esa ternura que sólo tu sabías mostrarme. Esa sonrisa que contenía tanto ternura como felicidad. Sentir aquellas manos que al tocarme denotaban su admiración y su respeto, como si aquel cuerpo, mi cuerpo, aunque no se tratase del primero que esas manos tocaban actuasen como si fuese el único. Recuerdos de aquellos días que pasamos juntos y aquellas noches en las que cruzábamos señales oscuras entre nosotros.


Sentí angustia en mi pecho. Volví a elevar la vista al cielo, pero ya no quedaba nada del juego que mi imaginación había atentado hacía unos minutos.
Intenté reprimir las lágrimas. Unas lágrimas que mi orgullo no pudo contener y desbordaron sobre mis frías mejillas, deslizándose hacia mis húmedos labios. Labios entreabiertos aún con la mirada a ese cielo que parecía consumirme por segundos en un espeso agujero negro del que no sabía si podría retornar.

viernes, 2 de septiembre de 2011

¿Un sueño?

Una noche desperté. Me encontré tumbada en una cama que no era mía, en un cuarto que apenas reconocía. Vislumbré una silueta asomada a la ventana que se hallaba en frente de mí. La Luna debía estar bella aquella noche, ya que su luz entraba perfectamente a la estancia.
Te reconocí en la oscuridad. Suaves destellos de luz en tu rostro denotaban que algo te ocurría.
Me acerqué más a ti, con mezcla de curiosidad y preocupación, pero no volviste la vista. Decidí mirar en tu dirección, al exterior. Pero solo vi árboles, una calle, y el oscuro cielo.
¿Dónde estaba tu mente? ¿Dónde miraban tus ojos?
"Qué ocurre..." pensé mientras elevé una mano para posarla en tu mejilla. No te toqué. Traspasé tu piel ante mi mirada atónita por lo que estaba ocurriendo. Levanté mi otra mano mientras erguía mi cuerpo y realicé intentos vanos de poder acariciarte.
¿Por qué te estaba traspasando? ¿Qué estaba ocurriendo?


Reaccionaste. Pero no a mí, sino a un impulso nervioso tuyo. Ladeaste la cabeza para luego volver a erguirla y ponerte derecho, dispuesto a caminar.
Te dirigiste a la puerta del cuarto con la idea de abrir la puerta y salir, pero detuviste la mano a mitad del camino y la cerraste en un puño, con el cual golpeaste ferozmente la superficie de madera. Exhalaste un gruñido ahogado de desesperación. Yo abrí mis ojos con estupefacción a lo que estaba presenciando. Sentí tu tristeza, tu agobio, tu tortura.

Te sentaste en la cama en un gesto casi involuntario y te llevaste ambas manos a la cabeza, despeinando más aún tu oscuro pelo.
Decidí avanzar a tu lado. Me arrodillé entre tus piernas e intenté vislumbrar tu cara, escondida por tener la cabeza gacha. Alzaste un poco la mirada, una mirada con ojos envueltos en lágrimas. Quise secar esas lágrimas, pero otra vez erré en el intento traspasándote. Parecía que me estuvieses mirando, aunque yo sabía que no me veías, sabía que yo no estaba allí...
¿Por eso llorabas?

Amaneció y desperté. Un mal sueño. Me encontraba en mi cuarto. Por una extraña razón sentía angustia en mi pecho, y al llevarme la mano a la garganta en un gesto ahogado, sentí humedad. Tenía la palma mojada.
¿Había sido un sueño?